Durante los primeros años de la escuela infantil, los niños suelen percibir la adopción como algo positivo, que les hace sentirse especiales. Por lo general, saben más de lo que comprenden, y se sienten felices repitiendo la historia de la adopción que sus padres les han contado, aderezada a veces con detalles y fantasías de cosecha propia.
Más o menos al inicio de la escuela primaria, incluso cuando fueron adoptados siendo bebés y en casa nunca se habla de su vida antes de la adopción, empiezan a ligar cabos. Comprenden que la mayoría de los otros niños viven en la familia en la que nacieron. Si ellos no nacieron de la barriga de su mamá, tuvo que haber antes otra madre que “no quiso quedárselos”.
No esperes a que tu hijo te pregunte directamente. Si lo haces, corres un alto riesgo de que durante semanas o meses se martirice en secreto pensando que él no era lo bastante bueno. O que algo terrible debió hacer para que su primera mamá lo abandonara. Más aún: si no entiende las razones, tampoco entenderá que su nueva familia es para siempre.
Para sentirse seguro en su familia, tu hijo necesita entender las razones por las que sus progenitores no pudieron ocuparse de él.
El mensaje esencial a transmitir es que a veces hay padres que tienen un bebé pero, por las razones que sea, no están preparados o no pueden ser padres de ningún niño. Es muy posible que, al pensar y hablar sobre el tema, le surjan nuevos interrogantes. Intenta contestar con honestidad. Si no sabes la respuesta, trata de pensar en la opción más plausible: “Probablemente, tu madre de nacimiento, como era aún casi una niña cuando naciste, no estaba preparada para ser madre de nadie. Todos los bebés son buenos, pero todos necesitan alguien que los cuide”.
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