La adolescencia suele llevar aparejados cierto distanciamiento y confrontación entre padres e hijos. La tensión entre independencia y control es una de las características del paso de la niñez a la etapa adulta. Hacerse adulto es un auténtico reto.
En la jornada “Postadopción: varias miradas de futuro”, organizadas por ANICHI en la jornada previa a la asamblea de CORA del pasado mes de abril, se habló, y mucho, de adolescencia y adopción. Javier Mugica argumentó que la adolescencia suele ser una fase difícil porque supone reorganizar la vida, tanto del adolescente como del resto de la familia. El niño hasta entonces dependiente debe pasar de la niñez a la madurez que le permita convertirse en un ciudadano autónomo.
Es normal, sano y necesario que quiera ahora decidir con sus propios criterios y recursos, por mucho que a los padres nos parezca que todavía no están preparados. En casi todos los casos, su afán de independencia crea tensiones con el control o la protección que sus mayores quieren ejercer.
El distanciamiento entre padres e hijos es normal y saludable durante la adolescencia, es necesario para hacerse adulto.
Según dijo Mugica, la adopción añade un plus de complicación pero es necesario que los padres acepten en esta etapa el natural distanciamiento. En su opinión, el eje de la relación debería ahora girar en torno a la negociación de libertad a cambio de responsabilidad. Entre otras, dijo cosas como las siguientes:
– Debemos aceptar la idea de que tienen que equivocarse y buscar un equilibrio que nos permita mantenernos a una distancia óptima.
– Los padres deben retomar o iniciar otras actividades. Nuestros hijos deben hacerse adultos, y nosotros encontrar otras fuentes de gratificación que nos permitan, a ellos y a nosotros, afrontar la nueva situación de una forma positiva.
– La confrontación es necesaria y útil. “A veces, la mejor forma de salir de casa es dando un portazo, porque eso nos da más ímpetu”.
– El adolescente necesita tomar el control sobre su vida e identificarse con sus iguales. Cuanto más insistamos en controlarle, más contundente será su rechazo.
– Aunque parezca que de pronto rechaza los ideales y los valores que nos hemos esforzado en transmitirle, en realidad no se eliminan, sólo “se aparcan un poco”.
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