Los españoles podemos sentirnos orgullosos de que nuestros bebés sean los más sanos y fuertes de Europa, junto a los de Suecia e Islandia, según un reciente informe elaborado por la organización internacional Save the Children. En este documento, que ha contado con la financiación de Caja Mediterráneo, revela que desde 1975, año en que se inició la transición a la democracia, la mortalidad infantil ha descendido de una manera muy notable.
Si entonces moría una media de 19 niños de cada mil nacidos o con una edad que no superaba los cinco años, esa cifra se ha reducido actualmente en el mismo grupo de población al 3,5%. La única excepción de todo el territorio nacional, según el informe Save the Children, se observa en Ceuta. En esta ciudad autónoma la media se eleva al 12,5 por mil. La principal explicación que señala el estudio es que en Ceuta se produce como media más embarazos que en el resto del país y además muchos de éstos son pre-término, es decir, cuando el parto acontece antes de que se completa la gestación. Ésta se considera a término cuando el nacimiento se produce entre la 38 y la 42 semana de embarazo.
Los datos no son tan halagüeños cuando se analizan otros parámetros. Así, por ejemplo,España se encuentra en el duodécimo segundo lugar en el ránking como mejor país para ser madre, ya que fallan muchos condicionamientos económicos y cuestiones relativas a las bajas por maternidad.
Un informe de Save the Children sitúa a España, Suecia e Islandia con los más bajos índices de mortalidad infantil.
La verdadera revolución se ha dado en la atención obstétrica (embarazo y parto) y en los avances en neonatología, una subespecialidad pediátrica que se ocupa del niño en los primeras semanas de vida. Las sociedades españolas de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y de Neonatología (SEN) han contribuido decisivamente a este cambio positivo. Las condiciones para ser madre en la sanidad pública, así como en la privada, han mejorado en algunos aspectos: más estrictos controles durante la gestación, creación de la llamada consulta pregestacional o previa al embarazo (puesto que muchos son actualmente programados), disponibilidad de numerosas pruebas médicas para el buen desarrollo fetal y la salud materna, humanización del parto con la anestesia epidural, la individualización (no en todos los casos todavía) de las salas de dilatación, la compañía del padre y el intento de no medicalizar sistemáticamente un hecho tan fisiológico y natural como dar a luz.
Con este último fin se están haciendo denodados esfuerzos por reducir el número de episiotomías (corte para evitar el desgarro vaginal) a lo estrictamente necesario,permitir la elección de la postura (en ciertas comunidades autónomas) y favorecer el inmediato y continuo contacto entre madre e hijo, entre otros objetivos.
Todos estos logros se están alcanzados en gran medida gracias a la institucionalización del parto hospitalario, claro exponente de la drástica reducción en la morbimortalidad perinatal (complicaciones y fallecimientos).
No obviamos que en España hay ardientes defensores/as del parto en casa, actitud muy loable para organismos científicos como la Federación Internacional de Ginecología y Obstericia (FIGO) y la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) “cuando se da la adecuada infraestructura sociosanitaria para acometer este acto pudiendo salvar todos los riesgos y contratiempos que surjan”. Es sobradamente sabido que, por muy bien que haya evolucionado un embarazo a término, el parto siempre supone un riesgo y, si éste está calculado y es atajable, mejor.
Sabemos que este tema suscita una gran polémica, como muestran los comentarios que ha tenido un reciente artículo de Bebera titulado ¿Es seguro el parto natural en casa?. Aunque el debate y la exposición de opiniones diferentes siempre es enriquecedor, mientras se mantenga el respeto hacia todas las partes, aquí no se pretendía sentar dogmas ni imponer a nadie cómo debe dar a luz, ni tampoco alarmar y causar terror, como censuraban algunos de esos comentarios. Sólo se exponían los razonamientos más validados según sociedades científicas con autoridad. La SEGO, que avala esta guía, respeta toda las posturas y no desea ordenar a la madre cómo traer a su bebé al mundo, pero sí trata de velar por los intereses de las mamás y recién nacidos españoles, ya que en España no se dan las favorables circunstancias para el parto domiciliario, como ocurre en ciertos países europeos (Holanda, Reino Unido y muy pocos más).
Me parece un artículo sensato, razonable y respetuoso. Sigo fielmente tu guía de embarazo.
Estoy muy de acuerdo con lo que se comenta en el último párrafo. Ya no estamos para discutir con argumentos emocionales, sino con DATOS que puedan rebatir cualquier afirmación. Lo demás no ayuda, sino que intenta manipular. Más razonamiento crítico y menos radicalidad sentimental.