Si usted lector es papá o mamá de un bebé, sabrá a lo que me refiero.
No nos engañemos, ser padre es difícil, es una de las mayores responsabilidades que un hombre o mujer puede cargar en sus espaldas a lo largo de su vida, una responsabilidad de la cual no se puede huir o dejar de lado, nuestro bebé es nuestro, y como tal, es un ser indefenso y necesita de su papá y de su mamá para vivir.
Son típicas las noches de insomnio por que nuestro bebé no duerme, o llora por algún motivo desconocido. El cansancio y las ojeras son una constante en la mayoría de los padres (son pocos los suertudos que tienen bebés que duermen más de cuatro horas seguidas), y la presión de combinar el trabajo con las nuevas tareas que vienen impuestas, tales como cambiar pañales, alimentarlo, jugar con nuestro bebito a todas horas, pasearlo, bañarlo y un sinfín más, muchas veces es un escollo casi insalvable para los papás primerizos.
¿Y qué?
Todo esto da igual, podemos estar cansados, amargados y descuidados, casi sin vida de pareja y agobiados por los nuevos gastos que aparecen un día sí y otro también. Todas estas cosas palidecen ante una sonrisa de nuestro bebito, todo. Su risa resuena en la habitación y su carita nos ilumina el alma, nos hace olvidar todos los males, el cansancio y las tonterías que hacen que nos sintamos mal, por que al lado de la sonrisa de nuestro bebé son eso, tonterías.
Si todavía no eres padre es posible que estas frases te suenen típicas; te entiendo, yo era como tú hace unos meses, una persona totalmente diferente a la que soy ahora. finalmente entiendo cosas que antes creía entender, entiendo a mis padres y entiendo que realmente tener un hijo es el punto de inflexión que te cambia la vida y la forma de pensar.
Y ten por seguro que a tí te ocurrirá lo mismo.