Antes de convertirnos en papá y mamá no podemos hacernos una idea de lo que se siente cuando un hijo se encuentra por primera vez entre nuestros brazos, una emoción enorme se apodera de nosotros al ver a ese pequeño ser tan inocente, desentendido e ignorante de todo lo que sucede a su entorno.
Creo a menos por lo que he podido vivir, que es en ese preciso instante cuando se mezclan las emociones, el miedo de saber que depende absolutamente de nosotros y de que cualquier cosa puede afectarle por lo indefenso que es.
Esta situación agregada a todo lo nuevo que sobreviene en ésta nueva etapa de ser padres, se convierte es una experiencia única.
Desde ese día y por el resto de nuestras vidas seremos padres, un vínculo como ningún otro, un amor sin comparación.
La ilusión de compartir y ver como nuestro bebé crece, evoluciona y aprende día a día, sus primeras palabras, pasos, comidas… Son todas cosas que nunca se olvidan.
Ser padres es algo que hay que disfrutar desde el inicio, es un periodo que pasa muy rápido y en ocasiones, con lo mucho que hay que aprender tanto por parte del bebé como por la nuestra, los temores por lo desconocido, las actividades del día a día y la familia paterna y materna (que quizá se involucra más de la cuenta sin mala intención), hacen que muchas veces nos coloquemos en piloto automático.
Compaginar ser padres con la familia no es tarea fácil
Es importante vivir a fondo cada momento, saber encontrar un tiempo para que los abuelos y el resto de la familia puedan estar con el bebé, pero sin descuidar el que los padres necesitan compartir de forma exclusiva con él. Es primordial, necesario e insustituible para ambas partes.
¿Qué piensas al respecto? ¿Qué has sentido al tener por primera vez a tu niño en tus brazos? ¿Cuáles eran tus miedos?
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